Os dejo con enlaces ya publicados:
INTRODUCCIÓN A MODO DE RESUMEN.
Hasta llegar aquí os he expuesto parte de las disquisiciones y argumentaciones relativas a la literatura científica desgranadas en función de una sinóptica relación de teorías empíricas adheridas a tesis y corrientes, superpuestas bajo diferentes autorías o incluyendo a estudiosos, coetáneos os no, de Sigmund Freud, con un valor de antecedencia a su método de interpretación de los sueños posterior o en paralelo, quizá, pues no se suelen dar fechas a las diferentes posiciones; todo este argumentario científico se sostiene, de entrada, atendiendo al contexto histórico e ideológico-terapéutico que asistía, por cronología y momentos sucesivos en la investigación, a una diacrítica confrontación de posiciones bastante diversificada, sin ser por ello, menos incierta y veraz su entramado, en su conformación parcial o específica, tomando como referencia elementos concretos, algunos, bastante peculiares y/o unilaterales pero que, a su vez, nos sitúan coyunturalmente en un terreno donde el grado de desarrollo de la ciencia parecía ir en una sola dirección o en frentes ligados al estudio de componentes del sueño que variaban según se tratara de calificar estímulos sensoriales o fisiológicos, orgánicos más os menos subjetivos, tal cual pudieran ser internos o externos. El factor dirigente, un tanto solapado por la observación de lo reproducido tras revelársenos el contenido o material onírico, y tras el despertar, parece aunarse con un tipo de ciencia de ideología epistemológica basada en los experimentos, en la clasificación de las tipologías del sueño, pero que buscaban esclarecer básicamente su ligazón con la vida despierta, también en contraposición a la misma, respecto del alma y de las emociones, sin entrar de lleno y de una manera categórica en las manifestaciones psíquicas de toda índole.
No existió pues, hasta la irrupción de Freud y su análisis materialista una estructura o hiperestructura lo suficientemente homogénea que ahondara en una teoría única capaz de explicar en un estrato científico complejizado y ordenado como corpus total, o ideológico, formado por todas las secuencias y elementos del sueño, para explicar el sueño completo, trabajado desde el punto de vista que otorga el mundo de la psicología como vertebración de lo analizado. Hablamos de un cuerpo teórico donde no abundaran las suposiciones subjetivas u objetivas entrelazadas con certezas y verdades acotadas por la propia opinión de sus demandantes. Faltaba un objeto de estudio clarificador y ultrapsíquico, e intrapsíquico también, vinculado al inconsciente más profundo, y cuyas manifestaciones provinieran de lo que no se ve a simple vista y fuese estudiado a partir de certezas no lógico-empíricas, sino a través de leyes cuya interpretación no fuera simplemente un calco de los visto o narrado literariamente, pues los relatos vienen muy bien para poner en antecedentes un estudio futuro, si la línea que se sigue es la misma tendente a buscar la verdad sin conjeturas ni hipótesis a comprobar por los cinco sentidos.
Ese mundo extrapolable, aunque modificado, desde la realidad psicológica de la vigilia, hasta el sueño, existe en el sueño per se, con una estructuración autónoma e independiente. Solo había que investigar las premisas científicas, aquellas que no se pueden refutar porque son verdades universales, con el objetivo de extraer los resultados disciplinares necesarios indagando en la etiología de los fenómenos. Pero sigamos con los antecedentes que el mismo Freud se encarga de recopilar.
NOS QUEDAMOS EN EL POST ANTERIOR EN EL APARTADO 5, INCONCLUSO. HE AQUI UNA VISIÓN SINTETIZADA AL COMPLETO.
5.- LAS PARTICULARIDADES PSICOLOGICAS DEL SUEÑO.
No deja de ser una suposición o mera conjetura, interpretable, según opiniones que, en relación a la consideración científica del sueño, la resultante nos muestra la propia actividad anímica.
Veremos por qué y quién lo mantiene o defiende o, de lo contrario, encuentra alguna o varias contraargumentaciones.
Partiendo de esta interpretación de las manifestaciones emocionales de un sujeto cualquiera, nos somos conscientes de que soñamos como artífices o creadores de nuestros propios sueños y su entramado. La frase popular dice, nos solemos decir a nosotros mismos: «he tenido un sueño», o bien, «he soñado», palabras del propio Freud al introducir el punto.
Esto manifiesta una alienación de la paternidad, del contenido, en cuanto a una causalidad que defina su procedencia, a grosso modo.
Pero el sueño es atribuible como manifestación de nuestra alma, de nuestro yo sujeto. Nuestra conciencia ligada a lo emotivo o emocional.
Esta condición no está motivada necesariamente por el contenido onírico, ni siquiera por los diversos estímulos incitadores o inductores del sueño, ya mencionados. Y guarda una relación bilateral entre el mundo onírico y la vida despierta. ¿De qué tipo o naturaleza? Veamos.
¿Será por una serie de manifestaciones psíquicas que no vemos ni comprendemos desde el consciente que sí observamos en la vida despierta? ¿Se manifiestan de igual modo estos dos campos?
Entre vincular o no el sueño a la vida despierta existen varias corrientes de opinión:
G. Th. Fechner afirma que la explicación relacional no se encuentra en la vida anímica alejada de la conciencia, tampoco en el distanciamiento de la atención con respecto al mundo despierto o vigilia. Un mundo exterior de naturaleza exógena a nuestros sentidos internos y externos, podríamos recalcar. De manera más radical, asevera que las manifestaciones del sueño nada tienen que ver directamente con la vida despierta. Si nosotros pensásemos igual durante el día y cuando no soñamos que cuando lo hacemos, entonces, por lógica inductiva deberíamos sentirnos igual sensitivamente, por lo que habría que considerar la vida onírica como una prolongación de la vida despierta. Manteniendo fisiológicamente un mismo grado de similitud y de intensidad. En todo caso, más bajo. Compartiendo, si cabe el mismo material y la misma forma de representación o simbología.
Quienes sí hablan de manifestaciones psicológicas como sintomatología del cuadro onírico, o la película mental, lo introducen someramente como anticipo de posteriores investigaciones, dejándolo caer, tan solo, superficialmente.
A nivel fisiológico o sensorial, se sabe que el adormecimiento es la primera fase del sueño. Elemento incitador o detonante.
En cuanto a los elementos inductores que forman parte del material onírico, Scheleiermacher nos introduce en la idea de los conceptos mezclados con imágenes oníricas pero que le parecen reveladores a modo de transformación comunicacional de tipo anímico. Sobre todo, piensa este autor que la vida onírica está llena de conceptos o ideas intelectualizadas, a la manera inconsciente.
Y, sin embargo, debe de ser una corriente secundaria o accesoria, puesto que está comprobado empíricamente que el sueño está compuesto, principalmente de imágenes oníricas no volitivas, esto es, que no dependan de la voluntad sino accidentales o reproducidas por otras causas ajenas al yo sujeto. Las imágenes son, pues involuntarias, no redirigidas conscientemente.
Habría que distinguir para comprender un poco más este último razonamiento entre imágenes visuales corrientes de las hipnagógicas, ya definidas como aquellas que introducen una información de lo que soñamos con detalles que van mucho más allá de lo que podemos comprender o recordar una vez reproducido el sueño, solemos despertarnos con ellas según la fuente de estímulos. Aunque estos autores hablan a un mismo nivel o de igualdad en cuanto a su naturaleza, pues el yo sujeto no distingue unas de otras.
Se puede extraer una primera conclusión, en este punto: el sueño se compone de imágenes oníricas, de conceptos e ideas pero mostrados de forma diferente, con lo que, se afirma igualmente que el material onírico lo forman, de igual modo, aunque en menor medida, las impresiones de otros sentidos, como el auditivo, o el táctil cuando creemos tocar una rosa amarilla y no la distinguimos de su forma real en la vigilia, o también de verbalizaciones que no siempre coinciden con lo que pensamos, de la misma manera que en la vida despierta. Esos pensamientos y creencias se pueden considerar alucinaciones, más claramente fundada esta impresión si nos referimos a las imágenes.
Desde dicho punto de vista, no existe ninguna diferencia entre manifestaciones visuales y auditivas.
Si soñamos con una melodía ésta se puede transformar en un sonido real a modo de alucinación, pues los sentidos lo interpretan adormecidamente. Lo creemos así. Sucesivamente, pues la alucinación sensitiva puede ser reproducida más veces.
Las desviaciones del sueño pueden ser no solo de tipo visual o auditivo, atendiendo a dicha trasformación sensorial o disfraz de la conciencia, o consciencia, también las alteraciones anímicas pueden mostrar una idea abstracta pintada de otro modo diferente a la realidad. Normalmente, durante el sueño diurno no sucede tanto.
Los productos de nuestras fantasías los aceptamos como iguales a la vigilia aunque no lo sean. De lo subjetivo a lo objetivo, según Burdach.
El sueño es una supresión o elisión del potencial humano de sentir por los cinco sentidos, esto es, el proceso se construye apareciendo una pasividad inusual en la vida diaria, que durante la noche hace que nuestro sistema neurovegetativo siga funcionando de forma similar, no así nuestras percepciones anímicas.
Pero, ¿qué piensa nuestra alma, nuestro yo acerca de las alucinaciones oníricas? Se piensa dominantemente que si la vida onírica fuese igual que la vida despierta no podríamos soportarlo. Debe de haber una forma de experimentar sin saberlo, sin la conciencia estimulada por lo exógeno de la lógica de la vida. Sin dejar de ser, éstas, auténticas experiencias del alma viviente. Todas las sensaciones posibles, de cualquier fuente, están sometidas al mismo juicio anímico en relación a las imágenes más nítidas pero de naturaleza alucinatoria, porque crean una realidad paralela, un mundo aparte. Si ni el juicio ni la intelectualidad están presentes, la mente esconderá las causas y motivos de lo que se sueña, es decir, la verdad intelectual coautora del sueño disfrazada de simbolismo.
Aunque el alma se enfrenta a tales percepciones igual que la misma actitud ante la vida objetiva del día a día, hay que situarlas en el ámbito externo porque se produce una conciencia de espacio delimitado.
El alma o los ánimos desprecian la diferencia entre lo motivado o pensado previamente de la espontaneidad, aun tratándose del mismo contenido visual o sensitivo.
Esta separación -como segunda conclusión importante- del mundo externo explica la diferencia sustancial vital con respecto al mundo onírico o del alma. Es decir, el mundo del sueño es subjetivo. Y esto lo decía Burdach.
Delboeuf se reafirma con lo dicho y, al mismo tiempo se aparta un tanto, puesto que expone algunos desarrollos de carácter psicológico.
El dice que no podemos comparar el material onírico con la realidad durante el sueño, por la afirmación anterior de que estamos desligados del mundo exterior. No compararlas, ni someterlas a pruebas, porque se ha establecido que son involuntarias, no volitivas. No podemos saber, concluyendo, si es un sueño o es una experiencia objetiva de la realidad despierta y, por tanto, lo interpretamos como una ilusión, dentro de una universalidad práctica sin atender a la diversificación temática del contenido de lo que soñamos. Es una afirmación genérica pero parece que la observación la defiende con criterio de verdad. El mismo Freud dice que durante el sueño y hasta el momento de despertarse él creía vivir la realidad, se creía sus propios sueños. No se le ocurría contradecir su propio yo fuera de sí mismo aun cuando la transformación onírica se había cumplido mientras dormía, inevitablemente.
¿Qué ocurre con el alma dormida, según Burdach respecto del mundo exterior? El cree que el alma no se conmueve valiéndose de los estímulos sensoriales, no los distingue. No es ésta la condición del sueño y yo considero que esta argumentación va un poco más allá.
Sigue manteniendo, no obstante que el alma no se desconexiona o desconecta por completo del mundo exterior pero no llega a aducir todavía motivos psicológicos. A esto hay que añadir como posible prueba que no siempre nos despertamos debido a las pulsiones o a la energía que produce una o varias concatenaciones de sensaciones.
Un nombre indiferente de una representación abstracta o no, o más realista o más solapada, no tiene por qué despertar al durmiente. Pero no alega otras consideraciones de tipo inconsciente o psíquico. Así, si alguien llama a una persona por su nombre, ese estímulo que proviene del mundo exterior, sí es capaz de despertarlo debido a esa desconexión incompatible con la realidad objetiva respecto del material onírico.
En cambio, si el estímulo sensorial es importante o excitable, por ejemplo, se me ocurre una monstruosidad terrorífica, o una cara de un fallecido allegado, entonces la perspectiva de la intensidad cobra efecto.
Hemos de conjeturar, siguiendo a Freud, que tampoco explica la separación del mundo exterior la extrañeza que produce el sueño.
Freud afirma, como preámbulo a su teoría, en los albores de su confección, que a tenor de lo manifestado habríamos de tener que ser capaces de hacer dos cosas científicamente metodológicas, a modo de interpretación válida y profunda:
1.- Transformar las alucinaciones en comodines de la realidad de forma que las convirtamos en representaciones.
2.- Las situaciones del sueño, aparentes, visibles, que él llamaría después contenido manifiesto, transformarlas en ideas.
Sin embargo, objeciona lo siguiente: no puede ser un método factible riguroso con la verdad oculta porque lo que recordamos puede no estar en el centro del sueño o recordamos tan solo cuando despertamos. Aunque lo hiciéramos como más arriba se ha concretado, no dejaría de haber sensación de enigma y de extrañeza. No hay tesis previas de componentes y fenomenología psicológica reprimida.
Otros autores señalan que hay componentes no descritos desconocidos para recomponer un puzle a trozos, con tan solo lo aparente. Sin relacionarlo con la mente profunda, todo o casi todo el producto de lo que soñamos resulta harto infructuoso de analizar, siendo que el método que utilicemos no nos sirva para describir algunos puntos o fenómenos álgidos, interesantes de ser observados. Como experimento observacional.
Es aquí donde el alma, en función del criterio de falta de objetividad real, la de la vigilia, pierde sus deseos, sus creencias, sus intereses, sus proyectos, sus acciones.
Que yo toque una flor con pelos, no significa que me gusten, ni siquiera que alguna vez las haya visto, esa traslación es una transformación alegórica, figurativa, poética, y como ya señalamos mucho antes, no exenta de virtuosismo, si se trata de algo bello, sublimado. También perdemos los dogmas religiosos, el puritanismo, cuando soñamos que estamos desnudos, nuestra espiritualidad, cuando actuamos malévolamente y al despertar nos sorprendemos, los sentimientos de amor-odio reales, sucumbiendo a la manifestación de imágenes involuntarias y, a veces, explosivas que, en apariencia, no tienen que ver con quienes somos. Es más, muchas veces aquello que hemos vivido, las representaciones de la vida, no aparecen o se manifiestan tan desordenada y confusamente, resultando, en ocasiones, ridículas y estúpidas.
La incoherencia de las imágenes oníricas la defiende Lemoine como carácter esencial del sueño, pero este autor se queda corto, porque alude a un solo elemento aislado que, por sí solo, no explica ni da luz de la etiología ni de la causa del acto de soñar ni de su contenido.
Fechner lo radicaliza diciendo que si utilizáramos el mismo lenguaje simbólico apareceríamos como verdaderos locos.
Radestock habla de la mezcla de elementos confusos, emborronados y para él esto justifica la falta de leyes.
La intelectualidad es nula, según Hildebrandt. Como es el hecho de que un perro recite un verso, y yo misma, la autora de este post, recuerde que tras la picadura de una abeja me visitaron de pequeña tres personajes con morfología humanoide pero con partes del cuerpo de una abeja. Se presentaron como superhéroes y me dieron gran cariño compensatorio. No volví a soñar jamás con ellos. No fue sino al despertar, con seis años, que me di cuenta de que no existían en la realidad tales personajes y, en cambio, había vivido tales fragmentos intensamente. Durante la madrugada.
Se habla de las asociaciones, señalando que en innumerables ocasiones no tienen que ver unas con otras relacionalmente, y según Strümpell, desaparecen todas las funciones lógicas del alma, basadas en relaciones y referencias. La ley de la causalidad es en el sueño irreconocible, según Spita. Radestock nos indica cómo se debilita el juicio y la capacidad de raciocinio, la conciencia como directora de afectos y decisiones, en comparación a la conciencia completa de la vigilia. No se trata de que no hayan historias y concatenaciones de hechos pero éstos carecen de la consciencia real del sueño despierto, mostrándose débiles, cohibidos, aislados unos de otros.
En el sueño se olvidan datos reales o bien son mezclados unos elementos con otros sin orden ni concierto, de tal forma que autores como Scholz ven alegorías o contenidos «alegorizantes» donde el simbolismo cobra vida en el estrato del sueño y nada parece real. Son como cuentos ilusorios.
El alma ve la vida sin distinciones, ahora bien, debe de realizar un trabajo esforzado de interpretación o de reinterpretación en tanto en cuanto lo que es percibido ha sido reformulado mediante la intuición.
Algunos otros autores prefieren diferenciar entre la preservación de la tan solo consciencia frente la ausencia de autoconciencia. Delboeuf afirma no entender la diferencia entre estos dos sustratos de la mente en relación a lo recordado de las manifestaciones anímicas y a un emplazamiento hacia sentimientos, preludio de actividad psíquica dada, con una serie de condiciones también dadas para que este acercamiento a los psíquico se produzca en cualquiera de sus variadas formas.
Por no integrar la relación de autores totales que defienden tales o cuales corrientes, solo decir que, básicamente, llegados a este punto, se defienden dos posiciones vertebrales: la defensa a ultranza, o no, de las funciones psíquicas. ¿Un ligero avance? Pero, con todo, y visto parcialmente… veremos si se trata de un desarrollo en la investigación.
Parece que hay cierta unanimidad en cuanto a que, al menos, entre los detractores, se ahonde con severidad que existen, incuestionablemente, actividades de la vida anímica. También señalan que la memoria es la facultad que menos se sostiene y más se altera o se olvida, se debilita. Ver el apartado ¿por qué el hombre olvida lo que sueña?.
Las alegorías, ya mencionadas hace nada, son otro producto de esa falta de memoria que se suple con fantasías, exageraciones y otras absurdidades que parecen muy emotivas, al ser reproducidas tras ser recordadas al despertar.
Habíamos señalado también que entre todo el material onírico prevalecen las imágenes oníricas, las visuales, mezcladas con formas puras o las procedentes de estímulos orgánicos que las provoquen, bien para inducir al sueño o al despertar. Las asociaciones se producen entre todos estos elementos del contenido o material onírico.
La comparativa con el pensamiento despierto sigue en boga para traslucir que dichas representaciones oníricas en el sueño son totalmente particulares en contraposición a la homogeneidad que concede la vigilia para las mismas manifestaciones debido a las modas, usos y costumbres y atendiendo a la lógica natural. No así, en el sueño, como estamos desdibujando. Todo ello, aseveraciones correspondientes a la literatura científica, vuelvo a recordar y que Freud se encarga de compilar como base prematura o prevalente a su método de interpretación de los sueños que intentará abordar todos los prolegómenos científico-materialistas concernientes al sueño completo y del que, hasta el momento, solamente se han descrito ciertas fenomenologías empíricas superficiales y traducidos fragmentos aislados o convergentes de sueños con un propósito reconducido de interpretación subjetiva, aunque bastante detallada, sin obviar, que determinadas premisas lo explican parcialmente o de manera reduccionista como para atender a leyes objetivas del sueño. No existen criterios universales real concretos suficientes y estructurales como para asistir a la conformación de ninguna teoría exenta de hipótesis más o menos coyunturales. Se trataría pues, de una suma de datos o analogías con respecto a manifestaciones y estímulos específicamente orgánicos o sensitivos, internos o externos que abordan o detallan un contenido manifiesto que no ahonda en las subestructuras de la mente inconsciente. Casualidad aparente frente a causalidad, vida anímica y emociones frente a reacciones psíquicas del inconsciente o el preconsciente. Consciencia versus autoconciencia. Para resumir genéricamente lo que hasta el momento se daba.
Lo que los estudiosos del campo onírico no habían logrado descubrir eran los motivos por lo que las evocaciones oníricas, fundamentalmente visuales, se incrustaban entre otro tipo de reacciones que ellos fundamentaban en síntomas anímicos del comportamiento del durmiente en relación a los divergentes tipos de asociaciones. De por qué aparecen en tal o cual caso y a qué se deben de interpretar. A veces, estas conexiones son imperceptibles y otras, absolutamente caprichosas.
Otro hecho, al parecer aislado, lo define Maury al describir una cierta posible analogía o similitud de las manifestaciones anímicas representadas con determinadas patologías clínicas como el delirio. Dicha relación parece más causal, si bien, resulta del efecto comparativo con determinadas reacciones comportamentales del sueño que reconocemos, no el que se mantiene todavía oculto. De tal forma que se atreve a distinguir dos cauces o mecanismos estudiados por estudios poblaciones o atendiendo a la casuística existente:
1.- Una acción espontánea y automática del espíritu, en estado latente.
2.- Una asociación viciosa e irregular de las ideas, que aparecen desconfiguradas.
La comparativa con el delirio es más bien poética o figurativa porque no explica la etiología del mismo. Sin embargo, a través de ejemplo, sí describe cómo se comporta el proceso originario.
Aquí las asociaciones pueden deberse a analogías de unos distintos elementos de la realidad con otros perceptivos propios del sueño, como unión o simbiosis que se produce entre palabras que comienzan con la mismas letras o contienen un lexema parecido, para asociar, dando saltos de una a otra representación. Esto desestima las funciones psíquicas del sueño por dar énfasis valorativo máximo a la sensorialidad que no tiene por qué indicar una perturbación anímica de tipo psicológico; o traumático, en todo caso. También implica negación el hecho de que se pongan al mismo nivel las manifestaciones psíquicas de tal modo que sean representaciones parejas, esto es, tanto las de la vigilia, como las del inconsciente, inconsciente que no había sido aun atribuido al sueño. Ya hemos visto que el interior profundo no contiene realidad objetiva y que el sueño mantiene ese secretismo que impera en lo oculto de nuestras contradicciones del alma. O, como refieren otros, el desorden psíquico o la anarquía de pensamiento objetivo implican directamente la nulidad del pensamiento mismo. O sea, de la voluntad subterfugia en representar los problemas de la vida de una manera congruente. No es causal este palíndromo falseado, y no se debería atribuir a la incapacidad de que no conciban un método concreto basado en el racionamiento puro. O al contrario, asociar el hecho de soñar con el Príncipe de Dinamarca contribuya a desgranar la existencia de una inteligencia basal pero transformada. Se juzga a través de la apariencia, de lo que precisamente recordamos o interpretamos. Lo somero. O, muchas veces, cosas o intrigas no relevantes. En muchas ocasiones, el recuerdo provoca que lo interpretemos en relación a nuestra particular cosmovisión del mundo y no conforme a lo que en realidad se ha soñado. Por eso las películas oníricas no comprometen la mente del durmiente ni su psiquis. No, necesariamente.
Esa absurdidad aparente de la que tanto se ha hablado, para Havelock Ellis, lo que hace es confirmar primitivos desarrollos de la vida psíquica.
Como no hay teoría precisa y rigurosamente confeccionada desde el método materialista, tampoco existe unanimidad en cuanto al recurso de auctoritas.
Hay autores que aseguran que hay una significación oculta del sueño, tal y como establece muy marcadamente J. Sully.
Las probables leyes de asociación no han ayudado, porque demuestran o lo intentan, la denigración de la vida psíquica, en todo caso, enlazado a un o varios hechos fortuitos absurdos o incoherentes, lo cual, para ellos, es una prueba de que no se piensa mientras se sueña.
PARA SINTETIZAR HAY CUATRO FORMULACIONES EN ESTE PUNTO DE ATRIBUIR O NO GARANTE DE FIDELIDAD A LAS MANIFESTACIONES PSIQUICAS:
1.- La desestimación mayormente pregonada.
2.- Un valor todavía no descubierto, imbuido por el misterio sistémico.
3.- Una hipervaloración muy exagerada que eleva el sueño por encima, de manera radicalizada, del sueño despierto. Pero sin la extracción de leyes verdaderas.
4.- Una valoración exacerbada que alcanza el virtuosismo pero es meramente temática de tal forma que tanta degradación coloca al sueño por debajo de la vida o percepción humana de la vigilia. (Hildebrandt)
Hoy en día, (contexto histórico del autor) la supremacía de la vida onírica frente a la vida despierta, como potenciación de las facultades humanas está ya refutada, viene a decir Freud.
Un factor inalienable, incuestionable, solo de entrada, parece ser, como atributo de la vida onírica, es el de la memoria.
Ya se ha demostrado en los sueños hipermnésicos, por ejemplo, que esta facultad parece dirigir hacia algún punto. O las imágenes hipnagógicas, mismamente, como factores dirigentes en los sueños puros o parciales, tras despertar por los sentidos internos o externos, sensitivos u orgánicos o corporales.
El hecho de pensar, es otra consideración aparentemente axiomática, se produce en el sueño de un modo tan idealizado que la película parece una mera ilusión.
Otro elemento estructural, sería el factor temporalidad, que coloca el sueño en parámetros no medibles, aun cuando se recuerden fragmentos, así como el parámetro distancia por asociaciones con detalles de la historia antigua o de personajes ajenos absolutamente a nosotros.
Los catálogos de sueños tienen o contienen limitaciones lógico-empíricas, en el sentido científico no abordable, puesto que aunque los sueños puedan ser continuistas de la vida y de proyectos y deseos, no implica que estos sean objetivables, el sueño puede mentirnos en sus apariencias y bajo el disfraz de lo que es intuido más que lo que es en realidad, teniéndonos que valer de conjeturas previas tras una traslación de datos inconexos o demasiado alterados como para afirmar que es lo que nos pasa en la vida despierta.
También ha sido objeto de debate y lo seguirá siendo la precognición o el poder adivinatorio, los sueños premonitorios no son académicamente o científicamente esclarecidos como arma intelectualizada del hombre pensante durante el sueño.
Y, yo añado que, hoy en día, sigue sucediendo un tanto de lo mismo en determinados círculos pseudocientíficos. En todo caso, la ciencia lo aborda desde un punto de vista no lesivo adoptando un mecanismo conservador, es decir, atendiendo a la casualidad o a una explicación psicológica natural coincidente con el material onírico.
6.- LOS SENTIMIENTOS ETICOS EN EL SUEÑO.
Este tema en cuestión, Freud lo separa por cuestiones intrínsecas a su método psicoanalítico, pues solamente después de trazar sus bases científicas se puede entender por qué. Y, así nos lo traslada él mismo.
Para Freud sigue siendo un tema parcial, de modo que serán conjeturables todas las disquisiciones que transcriba de su sinóptica relación de autorías en la materia, dado que no está clarificado materialistamente la vinculación per se de motivaciones éticas o de la influencia persistente del sentido moral.
El sentido moral engloba sentimientos de autoridad o paternofiliales, roles de figuras relevantes, el debe y el debería, la condicionalidad de los sucesos para que éstos se produzcan, el bien y el mal, etc. Paradigmas del sueño. Añado, yo.
Existen dos corrientes que se contradicen unas a otras, en función de los autores, al igual que ocurría con el tema de las funciones anímicas o las manifestaciones del alma.
Ahora bien, atendiendo a lo popular, al acervo humano del soñador cualquiera, se deja traslucir la necesaria o utilitaria puesta en práctica de la no catadura de nuestras acciones o pensamientos desde el sueño o la mente del soñador. Ejemplos pragmáticos: sueños ligados a robos, asesinatos y homicidios.
Las asociaciones se unen aun cuando sean interpretadas, a posteriori, sin la intervención de la intelectualidad o la abstracción más puramente altruista o malévola, pónganse por caso. Esa es la experiencia de todas las noches para todo el mundo, para cualquier soñador. No existe la compasión, ni la crítica o la autocrítica configurada desde la conciencia, sino desde la consciencia involuntaria, no volitiva. La capacidad de juicio queda anulada. Predomina la indiferencia ética.
Radestock es un ferviente negacionista del juicio ético.
Volkelt habla de la relación sexual en el sueño, tachándola de desenfrenada en el sueño. Sería lo mismo plantearlo como atribución (para el soñador) como una heteroatribución, esto es, tal y como vemos a los demás, atribuyendo a figuras para nosotros nobles o emblemáticas rasgos que en el estado de vigilia espantarían por su naturaleza o falta de pudor.
Como contraposición más acérrima a estas teorías empíricas tenemos a Schopenhauer quien afirma que todo el mundo habla y actúa durante el sueño en conformidad con su personalidad real o más carismática.
Corrobora Haffner lo dicho esgrimiendo que un hombre virtuoso lo será, normalmente, en sus sueños, quitando raras excepciones, oponiéndose al odio, a la maldad o a la envidia como si fuese un calco del axioma dieciochesco roussoniano -conjetura mía- de que el hombre tiende al bien y es precisamente su fenomenología de carácter azaroso en el sueño lo que consigna un criterio de verdad. El hombre pecador, al mismo tiempo, también lo demostrará en el sueño. Tiene carácter continuista de la vigilia.
Sholz afirma que persiste la personificación del yo, porque somos nosotros quienes nos rebajamos moralmente o nos elevamos éticamente. Trataría de decir que somos durmiendo un reflejo de nuestra alma aletargada o no, pero posicionada frente al bien o al mal, según seamos.
Pensadores de la antigüedad como Platón, discípulo de Sócrates era de la opinión que a los sueños devienen acciones hechas por los demás en contrafirmación.
Ptaff habla de nuestro interior proactivo. Dime con qué sueñas y te diré cómo es tu interior.
Llegados aquí, Freud reconoce que con quien se identifica más es con Hildebrandt con todas sus ricas afirmaciones, ideológicamente más rigurosas que las de otros analistas.
A pesar del contenido onírico, fuera éste cuál fuere, el hombre, dicho en modo genérico, jamás pierde la compostura, la dignidad o la bondad a la que está por naturaleza adscrito.
Es por ello que Hildebrandt adoptará esta cosmovisión universalizada de las facciones humanas del hombre sublimadas: cuanto más puro sea, más puros serán sus sueños y cuanto más malévolo, más lo serán sus simbolismos oníricos.
Sabemos distinguir, de facto, el bien del mal, la injusticia de la injusticia, la verdad de la mentira, entre la virtud y el vicio.
Kant viene a decir que no podemos liberarnos de nosotros mismos ni en sueños.
DOS CORRIENTES DIVERGENTES:
1.- En el sueño desaparece la autoridad moral o el juicio ético de los hombres, caricaturizándolos en muchos aspectos de la personalidad o del carácter. Esto debería bastar para finalizar con la contradicción existencialista de experimentar sueños inmorales. Como si una persona fuera la responsable de sus propios sueños, en un intento o interés ulterior que se manifiesta categóricamente. Lo dicho por hacerlo responsable de sus propios sueño inmorales resulta perverso. Es una perversión absurda, si lo reducimos a lo más simple, incluso resulta mecanicista, no se puede hacer nada por cambiar la propia naturaleza de uno mismo.
También se pensaba que el hecho de mostrar absurdidades no era sino una demostración directa de que la intelectualidad no intervenía pues un hombre bondadoso no piensa lo contrario y si sueña lo hace en consonancia. El intelecto quedaría desligado de la perversión o de los deseos procaces, o sexualmente desenfrenados. Como contrapartida, si esto fuera así, siendo el coautor, no podría sino desear lo contrario de la maldad o buscar la probidad. Es determinista, tanto una cosa como la otra pero, sobre todo, soñar sin desear vehementemente y autojuzgarse, o ser juzgado, por una conciencia demasiado volátil, febril, incontinente.
Por lo mismo queda invalidado el razonamiento grotesco del autojuicio sumarísimo en tanto en cuanto no lo recordamos todo, o nada se recuerda; no siempre, en todo caso y, por tanto, carecemos taxativamente de la capacidad de reparación aun cuando se efectúe a través de la representación o interpretación de la memoria en el recuerdo.
Una explicación convincente probable que se les escapa a ambos correligionarios de las dos corrientes es precisamente que tal juicio o autovaloración juiciosa tenga que ver con funciones de la vida psíquica o con contradicciones intimistas censuradas por el inconsciente y que salen a flote en forma de alteraciones psicológicas de diversa índole pero que no tiene por qué coincidir con el material onírico soñado,
La libertad y la fluidez con que se manifiestan hechos evidentes como contenido abierto o recordado, da como resultado una limitación subsiguiente al hecho de que debamos ser juzgados y de que seamos eso que soñamos. Por tanto, no podríamos considerarlos como nuestros propios pensamientos. Si como hemos visto antes los sueños, o bien, son virtuosos en sus manifestaciones anímicas, o bien, lo son por la absurdidad o alteración exagerada de afectos y circunstancias, por la misma regla de tres, no podemos asociar dicho material onírico por precisamente poseer libre albedrío en la vigilia. No pueden ser manifestaciones equivalentes a nuestra vida tal como los sueños las cuentan.
Incluso somos capaces de verbalizarlo como frase hecha popularizando su semántica: eso no lo pienso ni en sueños.
El material onírico es defectuoso, unas veces, hilarante no exenta de absurdidad, incoherente y con asociaciones cuyas leyes no se conocen más que por la observación interpretable, por tanto, nos mantenemos reacios a creerlo fervorosamente, intelectualmente es de un grado más grado bajo o superior, asimismo, por el simple hecho no atribuir la autoría por la censura y por una catarsis demasiado alterada, el pensamiento se mantiene equidistante con los hechos probatorios. El lenguaje de la verdad es el que el intelecto nos concede. Basta profundizar con uno mismo para comprender que el criterio de un sueño inconexo con lo que sentimos sea la verdad objetivable.
EL SUEÑO ES UNA COPIA DE NUESTROS DESEOS Y EMOCIONES, NO LO HA CREADO NUESTRA CONCIENCIA MANIFIESTAMENTE
De una primera emoción no deviene un sueño cualquiera, puro o de otra tipología. Puede haber una concatenación de material histórico en forma de fragmentos asociados pero literariamente. Luego, esa persona comprende que la frase que espontáneamente ha pensado alguna vez no era cierta pasada por el tamiz de la consciencia: «quien odia a su hermano es un homicida», dicho en la liturgia de una misa. Por ejemplo.
En otro orden de cosas, a pesar de lo risible que pueda parecerle no puede negar ni obviar responsabilidades morales en algunos acontecimientos de su vida histórica o en su historiografía de vida, eso sí le pesa. Aunque no lo haga muy consciente piensa en situaciones donde se puede sentir culpable, si bien, no con una temática coincidente.
Tampoco dejamos de comprender el sentido religioso del refrán o sofisma, si uno no es creyente y, aun así, los deberes de un buen cristiano o lo que la cultura judeocristiana o católica hacen mella en lo más profundo del ser. Para ser transformado en un sueño a través de otros hecho dramático significativo.
Los hechos dolientes acaecidos durante el día: es aquí donde encuentra Hildebrandt la fuente etiológica de los sueños inmorales. A su vez, coloca como parte de la personalidad del durmiente naturalezas ambivalentes o perdurables como negativas o contradictorias, como si formaran parte de nuestra alma y nuestras experiencias cotidianas transfiguradas en tesis que hacen apreciar a la personalidad como ética.
¿Por qué son manifestaciones universales? Ningún gran hombre está a salvo de este juicio moral, por muy serio y virtuoso que sea, pues forma parte de la conciencia colectiva fruto de nuestra educación y formación de practicidad social. De nuestras relaciones, de la autoridad jurídica, docente, familiar, etc.
Son éstas, razones que permanecen ocultas en nuestro día a día de la vigilia. Que tienen que pasar necesariamente por un tamiz. El espejo de nuestra alma, de nuestro entendimiento. Inexorablemente tiene que ser un juicio deformado. No podríamos soportarlo. Como luego veremos con Freud.
Como representaciones involuntarias e incoherentes, absurdas, no pueden por más suscitar extrañeza.
Son emociones éticas equidistantes que aparecen desde la psicología del alma, unas aparecen como irreconocibles o inconfesables, las otras como sencillamente extrañas. Y si no se va más al fondo no podemos dilucidar esta diferencia, señala Freud. Es una forma de refutar el planteamiento efectuado, incluso por Hildebrandt.
Esto también concuerda con la idea de que en el estado de vigilia también son manifestaciones dolorosas. Es la forma que tienen estos autores de dar continuidad a estas tesis. Como en el estado de vigilia, tales manifestaciones se encuentran reprimidas, inevitablemente se sueñan.
De tal forma, que el sueño mostraría la verdadera esencia del hombre. Esto, claro está, sería válido si encontraran una teoría completa del sueño que profundizara en las causas y en la etiología, pero todavía no es así hasta llegar a la metodología de Freud.
Hildebrandt considera el alma como nuestro juez advirtiendo defectos morales escondidos. Si bien, Freud, con posterioridad o al mismo tiempo que efectúa su trabajo lo llamaría pulsiones reprimidas.
Otros autores divergen de Hildebrandt. Los sueños llegan al límite de nuestra moralidad y soñamos aquello que no nos atrevemos a hacer.
La actividad del alma está atenuada, o en reposo.
También se aduce que un sueño inmoral no demuestra nada para nuestra vida, siendo un proceso mecánico.
La antítesis de lo que soñamos la muestra otro autor señalando que en sus propios sueños, al despertar, él ha luchado intensamente por desvincularse y ser justamente el opuesto, el otro, como arquetipo, el contrario de esa dualidad.
Maury es quien refuta todas estas tesis aduciendo que los fenómenos tan cuidadosamente observados por él no pueden tratarse más que como una especie de automatismo psicológico, profundamente determinista.
7.- LAS TEORIAS ONIRICAS Y LAS FUNCIONES DEL SUEÑO.
¿COMO SE FORMA UNA TEORÍA ONIRICA, PARCIAL O COMPLETA?
Inicialmente, Sigmund Freud, lo explica de un modo general pero, como es habitual en la introducción respecto de la etapa de la literatura científica, a través de sus sinopsis relacional, va a dar numerosos ejemplos pragmáticos, sobre la marcha, del proceso de investigación, antes de establecidos sus postulados psicoanalíticos o durante sus estudios, en relación a este tema tan apasionante y vital que detectará procesos ocultos de la vida psíquica del durmiente cuando ya esté establecida su metodología de interpretación de los sueños:
Tomamos como referencia o parámetro cuantificable, medible, el hecho de la concretización de una serie de elementos inclusivos en un punto nodular o algún aspecto clave, dando cuenta de caracteres específicos dentro de un entramado más amplio o general. En ese marco espacio-temporal, como acabamos de decir, frente a la declaración de un sueño cualquiera, diversos autores, toman esos referentes individualizados o asociados dentro de un espectro más amplio fenomenológico para establecer, precisamente, un conjunto de tesis o alguna importante y/o esencial que ayude a comprender algún reducto parcial respecto del material onírico ya observado previamente de forma empírica. De aquí se extraen, normalmente, por inducción, otras veces, por deducción lógica-formal explicaciones causales o tangenciales, y también las diferentes relaciones simbiótica o antepuestas, reconocibles.
Cabe recordar que el campo que engloba a la literatura onírica, que ahora mismo nos atañe, está compuesto por teorías oníricas de diversa índole, sin ir más lejos, los antiguos pensadores y filósofos, defendían un cosmovisión del sueño como literatura o relato preconcebido tendente a criterios estrictamente sobrenaturales, donde muchos sueños eran interpretados como premonitorios o divinos, dependientes de la concepción deísta de las creencias unipersonales pero que, sin embargo, tenían un sello universal. Citamos aquí, como bien enumera Freud, la creencia de que el sueño es un mensaje de dios, argumento bastante común y genealógicamente perdurable secularmente. Lo fue durante mucho tiempo. Bajo el poder divino de los dioses lo hombres estaban predeterminados siendo juzgados por sus acciones, y donde el sueño representaba la envoltura del alma. Toda esta significación transmisible de generación en generación podía considerarse ya un teoría onírica, incompleta, eso sí, pero teoría fundada en creencias o en la razón si damos un salto en el tiempo para ir hacia el Siglo de las Luces.
Ahora bien, tomemos en consideración que ese salto evolutivo del conocimiento alcanza atisbos de ciencia según se hallara el método científico, cuando hacemos referencia a las investigaciones ligadas a la biología o a la fisiología, como objetos de estudio comprobables. Y que desde ese accionamiento funcional con un objetivo de investigación experiencial nos hace chocar con otra serie de innumerables o variadas, en cuanto mínimo, teorías oníricas, con una gradación de hondo calado en comparación a la subjetividad propia de la antigüedad en sus varias etapas cronológicas sucesivas, y donde el conocimiento es más homogéneo. La heterogeneidad surge con los estudio de campo o sociales, estableciendo experimentos que buscaban teorizar a través de hipótesis más o menos rigurosas en su radio de acción, desde donde fundamentar los diferentes fenómenos, muchos de ellos inicialmente fisiológicos, más tarde, neurológicos, dependiendo de criterios biologistas, en primer término. También hay que precisar que muchas de esas teorías oníricas eran bastante incompletas.
Por ello mismo, la tipología se basa en dos fuentes de elaboración, básicamente. Y es debido a que el objeto de estudio estaba basado en una agrupación débil, bien de estímulos, bien de otros elementos visualizados a posteriori, bastante manifiestos y obvios, sobre un fondo de gradación y de género, es decir, tomando en consideración efectos y no causas o relaciones causales, si las hay, son someras o secundarias, en relación a lo que verdaderamente mantiene todo su credibilidad, ni más ni menos, que la propia actividad psíquica, que está oculta en un principio. Y que debe ser interpretada de otro modo, utilizando otras variables u otras relaciones, más, si cabe, cuando lo que se investiga no es la latencia de una probable causa etiológica que debe ser detectada haciendo preguntas o indagando más al fondo del entramado mente-cuerpo y no tan solo a nivel corporal o físico, ni tan siquiera sensible o sensorial. Porque las causas y lo que explica mecanismos no son exógenos sino que están contenidos en el inconsciente o en el preconsciente, en todo caso, en un consciente solapado. Como un jeroglífico lleno de signos y simbología a traducir para hallar la verdad de un problema que se encuentra reprimido y no quiere salir a flote en nuestro estado de vigilia. Nos importunaría muchísimo o no seríamos capaces de saltarnos la censura del principal sensor, la conciencia de alma con toda una serie de sentimientos y emociones.
Habido lo presente, Freud establece dos fuentes de investigación a través de lo observado o recordado, según autores:
1.- La teoría basada en los experimentos de Delboeuf, según la cual, y según estipula, el alma no duerme, esto es, dicho con tecnicismos, la serie de teorías que mantienen el criterio de hacer perdurar al sueño junto a un insustituible compañero de viaje, la actividad psíquica, al menos, un acercamiento aproximativo a la misma. El aparato psíquico perdura intacto. ¿Os acordáis que, en este sentido había dos corrientes contrapuestas? Este autor es quien encabeza la corriente del sí a la vida psíquica dentro del proceso del sueño. Al menos, lo que se recuerda de él. Si bien, ya establece la división de que los síntomas o alteraciones del sueño son mostradas de diferente forma a como se representan durante el estado de vigilia.
¿Os acordáis también que había una serie de tesis divergentes en torno al binomio equidistante, dominantemente, sueño y vida despierta? Freud se pregunta si éstas últimas no devendrán de las primeras diferenciaciones, haciendo que esa pregunta sea común para el soñador, en una opinión de Freud que parece refutación. Pero, veamos. Todo parece indicar que el sueño tiene una funcionalidad, al menos, aparente. Aunque el hombre, esa persona que duerme, no la ve, en un primer momento, no es menos cierto, que sí existe con independencia de la percepción humana del soñador. No hay una premeditación del sueño, éste no está calculado, antes hablábamos de la espontaneidad o de la falta de reglas a la hora de prefijar las asociaciones entre estímulos o elementos del material onírico. Como finalidad del sueño, éste coloca el despertar a través de impulsos perturbadores, internos o externos, corporales o sensitivos y también el hecho de que no somos conscientes de que soñamos mientras se erige el proceso mismo. De tal modo que una persona puede pensar que no sueña si no lo recuerda. Una teoría onírica ésta, incompleta.
2.- La degradación de la vida psíquica, o una baja gradación, siendo ésta apenas perceptible incluso tras recordar el sueño.
A diferencia de lo que plantea Delboeuf, el hombre sueña como actividad continuadora del estado anímico, del alma, de las emociones tal y como se recuerdan. Ya hemos visto las características, desconexión con el mundo exterior, incoherencia, desestructuración lógica, etc.
De todo ello, se extraen dos conclusiones a modo de paradoja o sofisma estableciendo un paralelismo con el material psiquiátrico, ideología dominante en época de Freud:
1.- La primera teoría onírica establecería el sueño igual que si fuera una paranoia.
2.- La segunda teoría onírica pretendería presentarlo como prototipo de un imbecilidad o una demencia.
Ahora bien, la corriente fundamental por la que se abogaba era por considerar el sueño como una fracción de la vida anímica paralizada o ralentizada por el sueño mismo, de ahí su latencia semántica. O la incapacidad de ser interpretada desde la realidad. Prácticamente toda la Comunidad Científica, en general, estaba de acuerdo con esta posición.
Teniendo en cuenta que lo que se plasma no es una explicación detallada en forma de teorías oníricas vinculadas a la descripción del sueño completo, pasaremos a esbozar cómo desde esta posición de enfrontamiento con la vida psíquica como la clave de bóveda del sueño, vemos que un autor como Herbart enuncia parcialmente su posición: que el estado de vigilia parcial es el resultado final del sueño, tomando referentes variopintos ya citados: el desvanecimiento de los sentidos, un ensordinamiento gradual que baja el grado de atención hasta alcanzar el sueño desde el estado de vigilia inductor, todos aquellos estados del sueño o fenómenos que van desde la baja actividad revelando la absurdidad del sueño, su incoherencia y su falta de matriz en cuanto a las reglas de la asociación entre estímulos, hasta el fenómeno que se nos revela como la actividad dentro de la funcional mental plena, activa y proactiva al máximo de concentración. No se dice en qué parte del sueño central se produce sino los efectos demarcados observacionales.
Binz aboga por la exposición fisiológica previa como contrapartida a una descripción que le parece más científica. Este estado de estupor tiene su fin a las primeras horas de madrugada. La relación cuerpo-mente queda aquí acreditada en concreto, por la estimulación de una sustancia, la albúmina o una parte del cerebro que provoca una mayor cansancio, elemento inductor del sueño por la sintetización de elementos o fluidos en la sangre. La activación celular, en este proceso somático es patente y cuantas más cantidades de células despiertas se congreguen en un solo grupo, disminuye o se anula el control de otras partes del cerebro que rigen la asociación de estímulos psicofísicos. La relación tiene carácter espontáneo, casual, arbitrario y la naturaleza de los elementos y asociaciones se caracteriza por la falta de control. Desde el punto de vista semántico o de significación del sueño, la debilidad manifestada de la coherencia queda aun más patente tras este proceso, dando lugar a una irracionalidad del sueño que no puede ser contrarrestada pues su etiología es anárquica y puramente física. Sin leyes asociativas reconocidas. Esta visión neurológica difiere un tanto de las otras dos corrientes mencionadas con anterioridad. Resulta un tanto particular.
En lo que existe una mayor unanimidad, sobre todo, en la parte que les toca a los fisiólogos y filósofos modernos es en el hecho de que el propio acto de soñar es incompleto, sin llegar al origen causal. Se conocen, por tanto, los efectos pero no así las causas. Este es fragmentario, parcial, lo cual, se entrevé como lógico-deductivo si nos atenemos a la concepción de la memoria en el sueño para reinterpretar el relato o el contenido manifiesto, única y exclusivamente.
La concepción parcial es defendida por Maury de manera sumamente detallada. Su teoría onírica parte del desplazamiento del sueño sensitivo hacia partes acotadas o específicas del cuerpo humano a modo de gradación, o gradualidad. La relación parte anatómica y función psíquica queda instaurada de forma categórica por parte de este autor.
No queda más que reiterar que falta una funcionalidad acorde a una metodología de investigación analítica profunda, ni siquiera de forma somera se incluye la función del sueño y su modus operandi en el interés epistemológico de los estudiosos. Falta de metodología y falta de reflexiones profundas que la acompañen. Incluso el objetivo de soñar se describe como un acto mecánico, lo cual, es determinista al cien por cien, es más, se tacha al sueño de fútil o inútil. Patológico, también, en otros casos.
Como conclusión, no solamente se menciona al sueño analíticamente como meramente corporal o sensitivo, sino se afirma con descaro que las funciones del aparato psíquico quedan mermadas o éstas no existen. La actividad psíquica es negada, el pensamiento, aun cuando se integre en el material onírico de verdad, es negado por los autores y por el corporativismo de la época.
OBJECIONES A LA TEORÍA ONIRICA DE LA VIGILIA PARCIAL:
Burdarch, ya, en 1830, afirmaba que ilustrar el sueño en la forma de vigilia parcial no podía en absoluto explicar el estado de vigilia y su relación bilateral con el acto de dormir o el sueño y, por otro lado, solamente se ha especificado que algunas fuerzas anímicas son activas en el sueño y otras no. Porque reposan. Pero plantean una igualación con el resto de la vida, sin hacer una distinción precisa.
Hay otra corriente del mismo siglo que consigna la perturbación del estado anímico en tanto en cuanto si no se soñara uno se volvería demente o enfermo, presentando patologías severas. Pero claro, una cosa son las constantes vitales y el cerebro a nivel neurológico, la interpretación dominante y otra vincular que el sueño cura si se tratan las neurosis en el campo de la psiquiatría psicoanalítica, como haría Freud cuando concede al aparato psíquico su verdadera y genuina representación, el papel dirigente que le corresponde. Una cosa es el aparato neurovegetativo en el sueño físico y otra vertiente no explorada todavía es el campo de la psicología.
Robert en mayor oposición a la teoría corporal asegura que el sueño es un desfogue del alma, de la mente pensante que sigue pensando de otra manera, no una serie de estímulos físicos mecánicos. También atribuye un carácter espiritual ligado al alma porque esgrime que aquellos sucesos que no son explicados o aceptados suficientemente durante la vigilia se someten a un proceso de somatización que lleva directamente a la fantasía de los mismos hechos, esto, causa-acción directa, acción-reacción a un mismo nivel semántico sin comprender que es necesario la interpretación ligada a lo psíquico de una toma de decisión o no, o una represión. También afirma que las causas corporales ocupan un lugar subordinado, secundario, subyacente y es así como se le considera el detractor del estímulo corporal como condicionante del sueño, ideológicamente reaccionario y que este autor desvirtúa empíricamente como máximo exponente de que la materia onírica no tiene que ver con la vida despierta, si bien, las manifestaciones espirituales puedan transformarse en somatizaciones inductoras o centrales del sueño. La sobreprotección del alma o de las emociones perversas o alteradas quedan aminoradas por esa descarga somática. La limpieza del alma cumple una función de salubridad de las emociones transformadoras.
Al mismo tiempo, coexisten otras teorías oníricas unipersonales o propias de algún autor. No las citaré porque este trabajo no es una mera traducción de la obra original. Mi pretensión es aprender y analizar al cabo de alguna conclusión coyuntural que sea admisible.
Para sintetizar este punto, propongo que se estudien las teorías consignadas por Delage, Burdach, Purkinje, Scherner, o Volkelt.
Scherner no cree en la inmutabilidad de las facultades que continúan ejerciéndose, no cree, en todo caso, que exista igualación de campos, vida onírica y vigilia. Es el sueño, según él una exposición meticulosa del yo sujeto impregnado de una energía espontánea que sin causalidad científica actúa como motor instigador. Es curioso su planteamiento. No es empírico al cien por cien, pues dicha afirmación se prolonga hacia la absoluta liberación del alma que se presiente superior de una manera tautológica, porque no indica una función adherida a dicho proceso que sea compatible con lo observado, puede ser una sencilla conjetura aunque bien elaborada que puede cobrar sentido subjetivo. El sueño se fragua bajo la naturaleza de un mecanismo donde no interviene el intelecto con manifestaciones totalmente diferentes al estado de vigilia. Es una construcción o reconstrucción del sueño alexitímica no exenta de vida propia en cuanto al alma y al espíritu virtuoso. No niega los estímulo pero éstos son extremadamente delicados. A la fantasía onírica imagino que la deja huérfana de estímulos conceptuales, sin dar importancia a la palabra o a una idea grandiosa o absurda, porque su grandiosidad es totalmente ilusoria con predominio de lo virtuoso y la sublimación de los afectos y los sentimientos. Es el lenguaje lo que no es entendible sino el material visual, la predominancia y otros elementos sensitivos. Las imágenes son exposiciones directas de la realidad de lo que al soñador más le interesa.
La posición de Scherner también es interesante. Propongo que la estudiéis como elemento catalizador de si tiene o no una o varias funciones oníricas el sueño, y cuál es, si procede. Resumiendo mucho este apartado.
Solo deciros que su teoría es la oposición más metódica a la cosmovisión de la medicina.
8.- RELACIONES ENTRE EL SUEÑO Y LAS ENFERMEDADES PSIQUICAS.
En este punto, aquellos autores que relacionan el sueño con perturbaciones psíquicas pueden buscar tres cosas como objeto de investigación clínicas o de trastornos de la mente en el modo en que se encontraba la psiquiatría en aquellos momentos:
1.- Buscar indagando en el origen o etiología relacionales, también las relaciones clínicas, imagino que comparando el vademécum de la época o la taxonomía casuística que ya se había recogido. Categorías clínicas ligadas al sueño como detección de las mismas. A través de la representación de lo recordado, lo cual, conlleva limitaciones subsiguientes en este campo.
2.- Buscar en análisis de sueños los cambios sinérgicos comportamentales o conductuales que conlleva una patología diagnosticada a la hora de soñar manifiestamente.
3.- Buscar la relación posible o susceptible de ser homologada entre el sueño de un paciente y la psicosis propiamente dicha. Recordemos que la psicosis hasta hoy no se considera una patología clínica, sino un trastorno de la personalidad ligado a una desequilibrio de neurotransmisores o bien, un proceso de degeneración con alucinaciones y delirios que contienen cuadros sintomatológicos precisos y concretos para cada categoría diagnóstica. Serían niveles superiores de patologías, en función del pronóstico y del grado, a mi modo de ver. En aquella época la psicosis no estaba tan delimitada pero debe resultar interesante entrever manifestaciones y formas de terapia.
Mencionamos en esta materia a autores como Spitta, Radestock, Maury y Tissié.
1.- En el primer punto Freud habla de paradigmas, falsas verdades o verdades reduccionistas, segmentadas o inflacionadas, de modo que el primer error lógico-empírico grave es considerar -estamos en el contexto ideológico-histórico de Freud, quiero insistir- a la locura como una consecuencia directa de un sueño angustioso. No existe relación causa-efecto, ni otra accesoria que nos lleve a la etiología de los casos. O una concatenación de sueños sucesivos, en gradación temporal que afirman puede llevar a ella frente a la duda previa.
Se basan en casuísticas muy particulares, no se esgrime una causa multifactorial o que, en consecuencia, advierta de la sobrevenida psicosis solo por el hecho de ver alteradas las funciones psíquicas motoras o sensitivas.
Es como adherir una relación imposible desde unir la absurdidad o un sueño mórbido o denigrante a la causa etiológica faltando a la objetividad. Los estudios de campo eran limitados y por comparativa faltos de una estadística formal abstracta bajo unos datos real-concretos que ahonden en el inconsciente para averiguar el motivo causal. La sospecha se encuentra en ver lo somero. Lo únicamente superficial.
Freud insta a que en un futuro los médicos se dedicarán a una especialidad fundada en exclusividad a la psicopatología del sueño. Como remedio terapéutico reglado.
Dicho esto, Freud observa ya en sus tiempos que en los casos de curación de una enfermedad psíquica a pesar de que la funcionalidad del sujeto se presenta como sana durante la vigilia todavía coexisten manifestaciones patológicas durante el sueño. Concretamente, en la psicosis.
2.- Se habían hecho todavía pocas investigaciones en cuanto a las modificaciones de la vida onírica a partir del momento en que se prevé una enfermedad psíquica. Campo huérfano hasta que surgen las investigaciones de Freud en esta disciplina médica. El psicoanálisis ofrece una visión menos biológica de las alteraciones y funda la diversificación de la mente en estratos relacionables. Dicha relación, la no empírica corriente dominante, ha sido considerada poco importante en esos momentos. En cambio desde una vertebración superficial o genérica se puede asegurar, dice Freud, que esa relación que plantea este punto, es plausible y fundada. Coincidencia amplia en función de la casuística. La que había.
Hay una serie de posiciones en el libro de los autores citados pero me remitiré a lo que señala Freud cuando afirma que «es muy probable que una consideración más distinta del sueño haya de influir sobre nuestras opiniones referentes al mecanismo interno de las perturbaciones psíquicas de manera que podamos afirmar que nosotros trabajamos por esclarecer la psicosis cuando nos dedicamos a la labor de descifrar el misterio del sueño».